lunes, 3 de mayo de 2010

La Mala Costumbre (Cuento)



Señora, ¿nos deja sacarle una foto
en tetas para ilustrar un
cuento?








(Pablo Yoiris, primer premio del concurso del Fondo Editorial Neuquino, con Los Buscamuertes.
Este cuento obtuvo mención especial Concurso del Encuentro de Escritores de Pto. Madryn)





A Yukio Mishima

Hoy decidí llegar temprano a casa otra vez, sin avisar. Caminé sigiloso por el pasillo en penumbras, buscándola, y cuando entraba en living la sorprendí escondiéndose la teta debajo de la camisa. El bebé en sus brazos, dormido y con la boca medio abierta. No sé por qué lo hace. Ya no da leche, y hasta el volumen y la tersura necesarios para que el contacto sea humano debe haberse perdido. La saludo y se lo quito. O es lo que imagino, porque en realidad ella lo pone en mis brazos con una suavidad exagerada. Me repliego, voy a la habitación con el bebé ovillado contra mi pecho. Perturba imaginar ese pezón viejo y ajeno sometido a la inocente succión. Me pregunto una vez más por qué lo hace. Ella ha parido y criado a sus propios hijos, parece ser una persona responsable, sobria. Sin embargo persiste en la rutina de darle de su teta. Darle nada. Hasta hoy cabía la duda pero ya no, es evidente que lo hace. Escucho que se dirige a la cocina. Supongo que esperará hasta que llegue mi mujer para irse, como hace siempre. La rutina. Mientras, habrá de entretenerse mirando televisión, planchando, sin esperar a que yo salga. Sabe que estoy acá, en mi cama, con el bebé dormido a mi lado. Con el dedo índice le bajo un poco el labio inferior y huelo. Le huelo toda la cara. Me preocupa su salud. Había estado demorando mis averiguaciones para saber si corremos algún tipo de riesgo, con la esperanza de que sólo fuese una costumbre pasajera, pero con la evidencia de hoy, con mi llegada prematura y silenciosa, se hace impostergable saber a qué atenernos. Hace unos días se lo insinué a mi mujer. Hizo un gesto de repulsa, casi retándome por hacerle imaginar algo así. Es evidente que a ella le desagrada más que a mí, tal vez por una cuestión de género. Hoy casi todo se explica en base a una cuestión de género. Negó rotundamente la posibilidad, pero soy testarudo y me congratulo, en el encierro de mi habitación, con la proximidad del bebé dormido que busca mi calor, por haber sostenido la sospecha. Además existe la nefasta posibilidad de que me esté mostrando sólo a mí su ritual, sin testigos. Un comercio de información entre nosotros dos como un duelo de vaqueros. Ahora, qué hacer. Una acusación de este tipo, siquiera una respetuosa pregunta, suponen su renuncia inmediata. Y la necesitamos. Es buena. Nos da confianza. Es sólo que tendrá que entender de alguna forma que esto no está bien. Me pregunto si la morderá como a mi mujer. Si será eso lo que la motiva a meterle la teta en la boca. Pienso otra vez en mi futura investigación y se me cruza por la cabeza una estúpida hipótesis según la cual, con los años, se podrían perder terminaciones nerviosas. Entonces no siente nada, tal vez un leve cosquilleo. Dije que eso no está bien, pero me ruborizo de vergüenza al imaginar que el problema pueda estar en su edad. Qué pasaría si, por ejemplo, ella tuviera veinte, treinta años menos. Si fuera fresca y hermosa, aún más que mi mujer. Una fontanera suiza de trenzas doradas. Y con leche. ¿Una nodriza así no sería un problema? La borro de mi cabeza. Queda pensar en que se trata de un acto caritativo, tiene que serlo. Suponiendo que no lo hace por placer, horrible sospecha, puede uno aceptar que encontró en ese gesto, esa ofrenda de piel inerte, la forma de hacerlo dormir más rápido. El bebé anuncia la proximidad de su despertar. Me arrojará, al decir de Kimitae, el gran escritor nacido de una familia de samurais, sus sonrisas desatinadas. Yo las observaré como algo casi inquietante y seguiré dudando acerca de cuál sea la decisión más correcta.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno, la puta madre!! Me encantó.
Pablo

Anónimo dijo...

que malo, muy costumbrista, aburrido...casi me duermo en arroró. prefiero los pajeros.

Anónimo dijo...

Los historiadores que no entienden de literatura deberían leer los extraordinarios resúmenos de congresos.

Anónimo dijo...

Basta de anónimos cobardes, ¿porqué no dan la cara..?

Anónimo dijo...

lo literatos que no admiten críticas a sus feos escritos, que vuelvan a sus tertulias de tapergüare...
mirá, éssta es mi cara. seguro que vos no das la tuya porque además de escribír fiero sos también horrible

Anónimo dijo...

qué raro, mucho pajero sobre poronga ajena. vamos yoiris, usted la mueve.

tomás

Anónimo dijo...

Anónimo 5, aceptaré las criticas el dia que vos dejes de escribir boludeces para los congresos de historia... Mas lindo que vos soy, y escribo más galante.Volvé con Cucurto que entretiene porque usa esas palabritas q encanta a los pajeros contumaces.
Aguante Yoiris!
Anónimo 3 y 4.

Anónimo dijo...

ya dejé de escribir boludeces para congresos de lo que sea, pero el problema no es ése ni está allí, sino que todo es escrito como para un congreso bicentenario.
La Anónima s.a.

Anónimo dijo...

La verdá? SosPECHO que este cuento sólo debe ser comentado por Anónimos, pero bue...Yo tengo nombre y apellido y me intrigó la teta de la vieja, que por lo que se lee se pegó flor de susto. Le dedico al autor del cuento mi emocionado aplauso por su obra y a Laureano Tombolini, un abrazo por el penal que acaba de atajar. El beso en la Poronguita vayan a buscarlo a Villegas. Fdo. el del exordio. (Qué hijo de puta este blogspot!!! Sabés qué palabra de verificación me puso? "Bolat".

Johnny Porongo dijo...

Estimado Fernando, su valentía no tiene límites..esperemos que su ejemplo cunda...
No podemos ir a Villegas porque estamos organizando una marcha de apoyo acá...
Atte.
Padres autoconvocados..