martes, 30 de noviembre de 2010

3 x1: OTRA NOCHE DE LUJURIA LITERARIA...

SAMUEL BOSSINI, TOMAS WATKINS Y SILVIA MELLADO














Silvia Mellado  
Sin título (Especial para el LectoChupi)


Lo que iba a decirte cayó
al río
aquello que lo envolvía que quedó en las manos
se deslío entre los dedos
como placenta se licua
mientras que de mi boca cuelga
apenas el cordón
que alimentaba umbilical
eso
que iba a decirte
y se fue
o se ahogó
en el primer remolino
yo lo aborté o parí
como quieras llamarlo
ahora tendrás que pescar
eso
que iba a decirte antes de que llegue al mar, antes.
y es que estaba ebria de esa idea
por eso surgió el vómito escandaloso
y trastabillaron las primeras letras
tartamudas
pero del fondo lo pedían a gritos
me pedían
y vos no eras
no sostenías
tremendas orejas
y tampoco me animé
a bucear entre esas piedras
pasé por borracha
es cierto
querido
las mujeres que no tenemos boca a la moda
no hemos nacido para el gesto
sino para la palabra (seguir leyendo)





Tomás Watkins 
(Hora Blanca)
Lo que pinta


No tenés papel
donde caerte muerto,
los pájaros cantan en las ramas
del cementerio tu risa y tu anatema,
no hay papel posible mientras algo
—la sombra— se te muestra,
el espejo vela dos, una migaja
sobre cara y contracara del poema,
sin el diario, solo, no tenés papel
para gritar tus goles, hay corbatas
que embisten y te dan la despedida,
pintura vieja, colchón ajado,
en fin, para que ahorres
apenas
una hojita (seguir leyendo)

martes, 23 de noviembre de 2010

+ Samuel Bossini en Lecto Chupi 24.11

NOCHE ETILICOPOETICA PARA NO PERDERSE
Silvia Mellado + Tomás Watkins + Samuel Bossini...
Miércoles 24/11...21.30 hrs. Dgonal España 169.
Entrada, bebidas. porcentaje aconsejado: 15% v/v



Samuel Bossini (Seudónimo: Pablo Narral). Santiago del Estero, 6-1-1957. Publicó: - El sonido y la furia – poemas(1981). Para una fiesta nocturna–poemas (1983). Oscura tierra –poemas (1991). Poemas y textos fueron publicados en diarios y revistas de Argentina, Chile, Uruguay, México y España. EE.UU. Ecuador. Cuba.
Desde 2002 dirige "Malvario" revista de literatura y arte.
Textos inéditos: "Mundo natural.", libro de poesía. "Cada alma monta a su víctima", novela. "Caminar sin ver", novela.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Silvia Mellado & Tomás Watkins: LectoChupi 24.11

Próximo LectoChupi, miércoles 24/11; 21 hs. Dgnal España 169-Nqn.
Leen... (La casa se reserva el derecho de admi-nistración de las bebidas)


Silvia Mellado
(Zapala 1977). Publicó los libros de poemas: Celuloide (Edulp, 2005) y Acetato (Educo, 2009). Integra diversas antologías de poesía y narrativa breve. Egresada de Letras en la U. N. de la Plata, ejerce actualmente la Docencia y la Investigación en la Facultad de Humanidades, UNCo.


15. Volver al bar
antes
que a la casa materna
(el cráter de la lengua y
de la leche)
ese puerto de capitanes de navíos sin agua



16. cantina de narradores olvidados
por el mercado
poetas canonizados por el porro y el vino barato
borrachos
buscadores del arca en pleno desierto.

17. Este de cierto
que no se inunda más que de sequía
y de palabra.

[seguir?]



Tomás Watkins (Neuquén, 1978).
Primer premio poesía 2004 UNCo. Integró el grupo Celebriedades, moderno instrumento poético que le ha permitido, entre otras cosas, viajar. Publicó 26 (Libros Celebrios, 2004 y El Suri porfiado, 2007).

bailar con tres negras
al calor de la noche

sus pechos
nacidos para todas las manos
sacuden el mundo

sus vivas polleras
flamearán por siempre
en el corazón de los que vimos

las negras supieron
el veredicto de la carne
al arder sin remedio

traigo las manos llenas
de su cadencia
su perfume

su bramar de sibilas nocturnas

¿qué tendré que hacer
con el espejismo de sus caderas
y con la lección que no aprendí?
{seguir?}

martes, 16 de noviembre de 2010

BRUNO REVELLO- LectoChupi 10.11

Bruno Revuelo y su Largo Poema de Amor.

Al fondo a la derecha, invitados especiales...






Un largo poema de amor

Despertamos con la baba seca

que fuimos desprendiendo por la noche

hasta convertirla en la pasta que descansa

en nuestras almohadas percudidas.

Me fui a vivir con vos, tres años ya.

No. No teníamos heladera mesa ni sillas

una pava abollada que yo traía de otra relación,

un termo metálico, de esos de los que al

cerrar hace tlack! abre haciendo tlack!

que guardabas de una expareja, con bolsito de cuero

incorporado. Ahora luego de tres años

fregando el patio y cocinando para dos

compramos una palmera de interior y

una maceta de cemento que pinté de negro

con brea que no dejará pasar la humedad.

Me gusta despertar

me gusta la vida free

me gusta que estés vos a mi lado

me gusta que la tormenta haya pasado

me gusta que en estos tres años solo discutiéramos sobre boludeces.

(para seguir, clicqueá aquí..)

lunes, 8 de noviembre de 2010

Lectochupi 10.11

Lectura de poesía + narrativa + ensayos + loquesea + elixires + charloteo + invitados especiales + Feria de Libros (llevar unos mangos)


Bruno Revello, neuquino como la corrupción. Nació el mismo día que Al Scarface Capone, Cassius Marcellus Clay Jr. y Anne Brontë, aunque en 1985. Estudia Letras en la UNCo, es Técnico electrónico y bombero desempleado, por lo que se desempeña reparando computadoras e instalando Windchots XP piratas. Publicó: Cabezotas Peladas y Otros (2009) (poemario erótico de autodescubrimiento corporal), Perro Nuevo Perro Viejo (2010). Es el editor Responsable de Cartonerita Solar.


Hernán Lasque (Entre Ríos, vecino del compositor agrario Alfredo de Angelis). Reside en Nqn desde el 2005. Ratón Blanco (Colisión Libros-2009), su primer libro de cuentos fue traducido al Alemán, y presentado en la Feria del Libro en Frankfurt (a que no saben para qué fue la Cristinita a Frankfurt?, chiiii). Ha publicado poesía en las revistas “Puentes Amarillos”, "Generación Abierta". El año próximo publica su primera novela.

El Ciclo Lectochupi es un servicio de extensión de Departamento Litero.Báquico.Poronguiti.ano para promover el alpedismo a mitad de semana. Rejunte para leer (y oviamente escuchar) pus-esía, cuentos breves, fragmentos de novelas, ensashos y cuanta letra encontremos y nos produzca placer. Con y/o sin debate.

Miércoles 10/11....21 hs.

Dgnal España 169. Neuquén-cap.

Llevar algo para humedecer las gargantas y alguna lectura para compartir.

lunes, 23 de agosto de 2010

Las Aventuras del Señor de Palos

“Imaginando al Superpalo”, foto de Enrique Butti y Luis Cetraro
publicado en el diario El Litoral de Santa Fe.


El Superpalo, Una Lectura
por Ever Román (*)

[...]
En la obra Como Gustéis (As you like it) de William Shakespeare, está uno de los monólogos más famosos de la literatura universal, en el que el personaje Jaime dice que el mundo es un gran teatro, donde todos somos actores. Si tomamos al pie esta frase, para una lectura más apropiada de
El Superpalo habría que agregar lo dicho por Calderón de la Barca en El Gran Teatro del Mundo: “No olvides que es comedia nuestra vida / y teatro de farsa el mundo todo”.

Shakespeare creó a lo largo de su vida tantos y tan vastos personajes que comparan su fertilidad con la Biblia. Puck y Yago, Otelo y Mercutio donaron sus rasgos a innumerables libros de innumerables autores. Humberto Bas también se relacionó con el dramaturgo inglés, pero en vez de recrear sus personajes y revestirlos con un armazón acorde a sus propósitos, les robó el alma (el soliloquio metafísico) para debatir con ellos cuestiones más terrenas. Y no se esmeró en varias obras para darle cabida al universo shakesperiano: se jugó todo en una sola novela.
Leer más...
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2010/08/21/arteyletras/ARTE-01.html#

sábado, 17 de julio de 2010

PoEsìA en rOlLo- zapala

Silvia Mellado
Extraído de Poetas del País. Compiladora: Graciela Cross.


1. volver
más adentro
a escarbar el propio desierto.


2. A las siete vi hombres borrachos
zigzagueando entre la ruta y la banquina cada
tantos metros también vimos aparecer mujeres
que hacían dedo en las encrucijadas esperaban
el transporte destartalado con hombros cediendo
a la gravedad llenas de hijos manifiestos del arte
enfermo ellas emergían como ese relieve extraño
que se forma en la corteza de un árbol una obra
raramente hermosa salida de un cáncer,
la defensa bella de algún lacerado.


3. La boca de la cantera desde el mirador
tiene el tamaño de un pomelo pero es oscura
no hay una fruta grandota renegrida
que se le compare, que dé miedo.
Qué ironía que la cantera de oro se llame
como mi pobre abuela pobre.


4. Su nieta me contaba que caminaba por
los túneles miedosa llevando la vianda para el padre
y sus hermanos
y que una vez entregado el manjar
corría a la salida con miedo de derrumbe
con alientos siguiéndole los pies
en esa gran garganta
que ya está muerta.


5. Cierro los ojos para transportarme
hacia ese agujero y caerme de espaldas infinitamente
con esa sensación de borracha que recorre
en cada una de sus dimensiones el espacio de la silla
al suelo. Cuando llego rozo el pelo de mi madre fino
que apenas se mueve aparecen gotas de sudor en sus
mejillas y la encandila el sol, a la salida, la rescata de la
ceguera temporaria la mano de mi abuela
cansada de ofrecerla como becerro al sacrificio.


6. Más tarde bordeé las lagunas
solitario casi inmóvil
extendés el brazo en una tanza que corta el aire
y dibujás curvas invisibles, burlás, desde la orilla
la gula del cardumen.
Yo hablo y tengo manos
y el deseo, también, me cose la boca.


7. Vi la punta de un zapato negro viejo y a medio enterrar
entre piedras lajas fragmentadas.
Luz de día a dos mil metros de altura. Sopla brisa enérgica
que no lo mueve. Es fácil imaginar
el rostro que lo precede y lo sucede,
sea el del que una vez lo dejó, el del que lo encuentra ahí,
blasón de lo escabroso
que resulta
transitar.


8. Para viajar tenés que primero salir de casa
Lo Leí en cada grieta marrón oscura del iris de mi madre.
Me coartaba
con esa mínima cámara filmadora
la huida
retrasada
pero un día me animé y compré boleto
para cruzar esa puerta.


9. No voy a hablar de la ciudad
de ninguna
atolladas en la boca
de la misma manera que unas piedras en el riñón
izquierdo
rebalsan una biblioteca


10. y al nombrarlas corro el riego de caer
descontextualizada
como esas piedritas recogidas en el camino
y que, pasado un tiempo,
no fuimos capaces de recomponerles
su espectacularidad.


11. Pero volví y ahora miro todo, como puedo,
contra la impertinencia del sol entrando
tan de madrugada en el bar de siempre
en el que estamos
todavía
con la borrachera a cuestas


12. (la última vez que lo hice
ella estaba en la puerta que daba a la calle
con un gato en la mano
acariciaba el calor de ese pelo)


13. Ahora miro y, mientras,
los continentes
se siguen desplazando
(hace millones de años este pueblo era una playa)
y nada cambia demasiado pues sigue siendo
el doble de una ribera
el lugar
que propende
al espejismo.


14. (y esa mano que se entrecruzaba en las suyas
y la llevaba
a cuidarle los hijos que despiadadamente
le hizo
mientras yo no estaba)


15. Volver al bar
antes
que a la casa materna
(el cráter de la lengua y de la leche)
ese puerto de capitanes de navíos sin agua


16. cantina de narradores olvidados
por el mercado
poetas canonizados por el porro y el vino barato
borrachos
buscadores del arca en pleno desierto.


17. Este de cierto
que no se inunda más que de sequía
y de palabra.


18. Han remodelado la casa tirado abajo una pared.
El lugar en el que él se emborrachaba y anunciaba
su muerte es el mismo en el que ahora habríamos de
sentarnos a hablar civilizadamente del tiempo
y de los viajes.


19. La ventana sigue siendo la pantalla plana
con parsimoniosos documentales
aparece la pachicho atravesando el plano
pelo teñido arrollado nunca fue ni ex snob ni ex burguesa
nunca pronunció pañuelo con una ñ decente


20. fue pariente paciente del hermano y de los golpes y
también de los hongos
de los niños bien
que nos querían mal.


21. Ahora estás en la cocina
ese camisón se agranda sobre tu cuerpo viejo
no hace falta que me digas nada
cuando la pesadilla queda en los ojos y los hincha
apenas se puede mirar


22. te es imposible sortear esa montaña de piel inflada y de
pestañas
para descubrir un horizonte de algo,
todavía peinás angustias
con manos mecánicas de muñeca averiada
y eso que ya no somos los hijos que tomarían la leche tibia del desayuno
haciendo de nuestros capricho el mundo.


23. mami: hay algo del pasado que no está resuelto
y lo he heredado creo que en tu vientre
es eso que hay que buscar y que me echa afuera
un bicho que me muerde si estoy en estos sillones arrellanados
la misma sensación de antaño cuando mirábamos la tele y detrás
nuestro
emergían chispas tormentas ruidos de cuernos
pequeñas tauromaquias domésticas.


24. Hace unos días las sábanas tapaban mi pierna,
simulaban una amputación.
Había algo del orden de lo simbólico
en eso que me faltaba
que dejé
que fue comido.


25. ¿Alguna vez te sentaste frente a la playa?
Allí los hombres ejercen su mirada de mar
aquella que se suspende
en un punto fijo
y ansían llenarlo
con otras cosas.


26. Y Las mujeres se toca las axilas
las miran casi las huelen
en gesto de gato que se limpia
se enroscan por poco
entre sus propios brazos
y el cielo se oscurece
de una lluvia que rara vez cae.


27. Cada uno de todos ellos
son un pequeño universo aislado
ninguno
parece
acceder
a los ruegos del otro.
Antes rogaban más –todos– al sol y a los apus y la alegría de servir, dicen, los iluminaba illu ulla becerro –decapitado– illa luz.


28. Ahora es Yllariy ¿Seguís coleccionando cantos?
La línea se enrosca en espiral
sobre y desde la piedra
un fósil tallado por nadie
¿quién lee la sucesión de edades
los rituales los canibalismos?
¿sólo el que está de paso
el eterno migrante?


29. ¿Aquel que no entiende
y decodifica lo que le parece
explotando la ambigüedad
de las palabras la invención
del lenguaje?
Los cantos se han apagado
tu voz era fina
¿olvidaste las canciones?
apenas un murmullo
y ese sonido
cuánto
decía


30. Caminamos
sobre restos a los que ningún edificio disimula
– ni tumbas –
tal es la fatiga
de tanta arenga.
Pero abajo están los cantos,
las piedras talladas
eso que persiste y esconde
la copla
el temblor de tu voz
dejándome su huella
para volver
más adentro
y volver






lunes, 14 de junio de 2010

Petit Ho-Menage a Wilson Bueno


El escritor brasileño (paranaense) Wilson Bueno, considerado fundador literario del lenguaje trifronterizo, el portuguarañol, fue asesinado el 31 de mayo pasado, en su casa de Curitiba. Va un pequeño y postumo reconocimiento poronguitiano al autor de esa perlita inclasificable llamada Mar Paraguayo.

Mar paraguayo( fragmentito)

: hoy el niño me pôs a ouvir los rumores de la tempestade lunar: en el mormaço de la siesta, pressenti nítido y casi arfante que el chegaria: sombra y dibujo: ávida nádega: mamilos: duros muslos a cavalo: su contorno preciso: la paina castanha del pêlo: muerdo: remuerdo-me: ñandu: ñanduti: la aguja trabaja: crochê: caracol: curva: la línea: la linha: la araña: ñandu: todo el niño se acuerda em mi: y já me estremece un eriçar de piel y pêlo: soy yo el enigma y lo alforje esfinge: hay que devorarlo a el siempre imprevisto: dibujado en la tanga su sexo ostensivo: mas sobretodo los ojos verdes contra la cara de risa y sol: lo tôrax en los embates del viento e del lamiento: a bailar en la siesta: sueño: soy su araña: álgebra: pronta jibóia: toda me enlambe su língua destra: todo lo unto de cuspo y baba: humores: suores: los miasmas: sudor y colera: espasmos: la siesta me pone abrasado el útero profundo: el niño: súbita ñandu: puede que ponga su língua a lenta y me percorra: de los pies al cielo en luto donde vislumbro los rumores de la tempestade lunar: lábio premindo lábio: araña y grêlo: la dança de su boca: ñandu: el arpón de la aguja avança sobre la linha en trenzada línea: antes del nudo los caprichos de la meada: ñandurenimbó: fuerzo su cabeça contra mi boca: borro-lhe batón: el borrador: borrar la linha: la siesta: mi grito: nunca olvidar el gemido que tuvo el niño antes de que todo y tudo se transformasse: telaraña, neblina y nubes en los rumores de la tempestade lunar: de uno solo gemido mortal: mio y dele: la faca en fuego de su lanza: lanzada: punto: ñanduti: ñandu: la tela va aborrindo: las luces se pierden en el azul más nocturno: telaraña: ñandu: el niño mañana puede que retorne: puede que sea aún otra vez y nuevamente solo la projeción oblíqua de la marafona que apena: ñandu: espreito apenas: esto niño que marcha por las piedras de la calçada sin sequer saber que sobrexisto: acá en el entardecer: sueño de sueño hecho la rubra capitulación de uno ente que solo puede verlo: a el que imponente marcha: dirección del mar: su gusto de concha y sal: teço y teço y teço telaraña ñanduti: renda: rendados: rendêra imaginación fabril: higuêra h ora: iguana: ñandurenimbó: en la siesta: hoy en estos martes sufocados: miércoles medrados: après-midi: el fauno: tuvo a el niño a dentadas y mordeduras: yo lo tuvo em mi ventre entrañado: ñandu: telaraña: ñanduti: solo el no lo sabe: y sigue en el mar su gusto y sêmen: ni el sexo h á de tampar estos traçados: evaporable véu: ñanduti: transparência y luces: ñandu: ñandurenimbó:

http://www.germinaliteratura.com.br/pcruzadas_wilsonbueno_jun2007.htm

martes, 8 de junio de 2010

Varlam Shalamov II

De Noche
La cena había terminado. Glébov lamía sin prisas el plato; barrió con la mano hasta la última miga de pan sobre la palma izquierda y, tras acercársela a la boca, lamió con esmero las migas. Sin tragar paladeó cómo la saliva en la boca envolvía ansiosa y abundante la diminuta bola de pan. No habría podido decir si le resultaba sabrosa.
El sabor era algo distinto, algo demasiado pobre comparado con la sensación apasionada que, cegando todas las demás, le proporcionaba la comida. Glébov no se apresuraba a tragar: el pan se fundía solo en la boca y se esfumaba rápidamente.
Los ojos hundidos, brillantes, de Bagretsov no se apartaban de los labios de Glébov. No existía voluntad, por poderosa que fuera, capaz de arrancar la mirada de la comida que desaparecía en la boca de otro. Glébov tragó la saliva y al instante Bagretsov transportó su mirada al horizonte, hacia la enorme y anaranjada luna que se asomaba al cielo.
-Es hora -dijo Bagretsov.
Marcharon en silencio por el sendero que conducía a la roca y ascendieron hasta un pequeño terraplén que rodeaba un otero.
Aunque el sol hacía poco que se había puesto, las piedras, que durante el día abrasaban a través de los chanclos de goma el pie desnudo, entonces ya estaban frías. Glébov se abrochó el chaquetón. El caminar no le hacía entrar en calor.
-¿Queda aun lejos? -susurró.
-Bastante -contestó en voz baja Bagretsov.
Se sentaron a descansar. No había nada de qué hablar, ni en qué pensar tampoco: todo era claro y simple. Sobre un llano, al final del terraplén, se amontonaban unas piedras removidas y musgo arrancado y ya seco.
-Hubiera podido hacerlo solo -comentó burlón Bagretsov-, pero entre dos es más entretenido. Además, por un viejo compañero...
A los dos los habían traído aquí en el mismo barco, el año anterior.
Bagretsov se detuvo.
-Hay que tumbarse, pueden vernos.
Se echaron sobre el suelo y comenzaron a apartar las piedras. No eran piedras grandes, de las que no se podían levantar y trasladar entre dos; los hombres que las habían amontonado allí por la mañana no eran mas fuertes que Glébov. Bagretsov lanzó un sordo denuesto. Se había desgarrado un dedo, le salía sangre. Cubrió con arena la herida, se arrancó un pedazo de guata del chaquetón y se apretó el dedo. La sangre no se detenía.
-Mala coagulación -comentó indiferente Glébov.
-¿Tú qué, eres doctor? -preguntó chupándose la sangre.
Glébov callaba. La época en que había sido médico le parecía muy lejana. Además, ¿había existido de verdad aquel tiempo? Demasiado a menudo le parecía que el mundo que se hallaba tras montañas y mares no era más que un sueño vago, una quimera. Lo único real era el instante, la hora, el día, de diana a retreta. Más allá no se aventuraba a asomarse, tampoco se encontraba con fuerzas para ello. Igual que los demás. No conocía el pasado de quienes le rodeaban, tampoco le interesaba. En cualquier caso, si mañana Bagretsov se presentara como doctor en filosofía o mariscal del aire, Glébov lo creería sin pensarlo dos veces. ¿Había sido el médico en algún tiempo? Había perdido no sólo el automatismo de sus juicios, sino también el de la observación. Glébov veía como Bagretsov se chupaba la sangre del sucio dedo, pero no dijo nada. Era algo que sólo se le había deslizado por la mente, pero no podía encontrar en su fuero interno la voluntad para reaccionar ante ello, aunque tampoco la buscaba. La consciencia que le restaba y que, tal vez, ya no fuera siquiera consciencia humana, tenía muy pocas aristas y ahora estaba dirigida sólo a una cosa: retirar cuanto antes aquellas piedras.
-¿Debe ser profunda? -preguntó Glébov cuando se echaron a descansar.
-¿Cómo quieres que lo sea? -dijo Bagretsov.
Y Glébov entendió que había dicho una tontería y que la fosa ciertamente no podía ser honda.
-Aquí está -dijo Bagretsov.
Alcanzó a tocar un dedo humano. El dedo gordo de un pie asomaba entre las piedras; a la luz de la luna se distinguía perfectamente. El dedo no se parecía a los de Glébov o Bagretsov; pero no por su rigidez y color mortecino, en eso había muy poca diferencia. La uña estaba cortada y el propio dedo parecía mas rechoncho y blando que el de Glébov. Retiraron rápidamente las piedras que cubrían el cuerpo enterrado.
-Qué joven -dijo Bagretsov.
Con gran esfuerzo, entre los dos sacaron el cadáver por los pies.
- Y fortachón -dijo Glébov casi sin aliento.
-Si no hubiera sido tan fuerte, lo habrían enterrado como a los demás, y entonces no habríamos venido aquí hoy.
Levantaron los brazos al muerto y le sacaron la camisa.
-Los calzones están nuevos del todo -dijo satisfecho Bagretsov.
También le quitaron los calzones. Glébov se guardo el montón de ropa dentro del chapetón.
-Mejor que te la pongas -dijo Bagretsov.
-No, no quiero -farfullo Glébov.
Volvieron a colocar al muerto en la fosa y la llenaron de piedras.
En lo alto, la luz azulada de la luna caía sobre las piedras, sobre el bosque ralo de la taiga. Mostraba cada saliente, cada árbol bajo un tono peculiar, distinto del diurno. Todo parecía real a su manera, pero no como durante el día. Era como si se tratara de la segunda cara, la nocturna, del mundo.
La ropa del muerto se había calentado junto al cuerpo de Glébov y ya no parecía ajena.
- Ahora un pitillo ... -dijo Glébov sonador.
- Ya fumarás mañana.
Bagretsov sonreía. Mañana venderían la ropa, la cambiarían por pan y, quien sabe, a lo mejor conseguían algo de tabaco ...
1954

miércoles, 19 de mayo de 2010

VARLAM SHÁLAMOV - El Dante del Infierno Stalinista- I



Kolymá y La Divina Tragedia

(La Poronguita Nº 14, 2003)


Varlam Shalámov cuenta en su “Noches Atenienses” que según Tomas Moro, las cuatro necesidades básicas del ser humano son: la necesidad de satisfacer, el hambre; el deseo sexual, la necesidad de orinar, y la de cagar.

Pero Tomas Moro nunca estuvo en un campo de concentración.

“En el campo nos privaban justamente de esos cuatro placeres fundamentales. Las autoridades consideraban el amor una necesidad que podía ser eliminada, encadenada, desfigurada... «No volverás a ver un coño vivo en todos los días de tu vida» era la mayor agudeza que se les ocurría a los jefes del campo.”

“El hambre era insaciable y nada puede compararse con esa sensación de hambre constante que era el estado habitual del preso de los campos (...) Junta escudillas en el comedor, lame los platos de otros, recoge las migajas de pan en la palma de la mano y las atrapa con la lengua y todo eso no hace sino despertar en su estómago una reacción puramente cualitativa. Satisfacer un hambre así no es sencillo, es imposible. Coma lo que coma, en media hora querrá comer otra vez.

¿El placer de orinar? La incontinencia urinaria es una enfermedad masiva en el campo, donde se pasa hambre y los despojos humanos agonizan. ¿Qué placer puede haber en orinar, si desde la litera de arriba te chorrea la orina ajena sobre la cara? Pero aguantas. Sabes que estás acostado en la litera de abajo por casualidad, pero podrías estar en la de arriba y entonces tú orinarías sobre el de abajo. Por eso tus insultos no van en serio, lo que haces es secarte la orina de la cara y seguir durmiendo con un sueño pesado en el que sólo ves una cosa: barras de pan que vuelan planeando como ángeles en el cielo...

¿Defecar? La defecación para los despojos no es una tarea sencilla. Abrocharse los pantalones con un frío de cincuenta grados bajo cero es algo superior a sus fuerzas, y además el despojo sólo defeca una vez cada cinco días (...). Arrojar pelotillas de excremento seco significa que el organismo ha exprimido todo lo que puede ayudarlo a conservar la vida.

Ningún despojo humano experimenta satisfacción o placer al defecar. Al igual que al orinar, su organismo trabaja independientemente de su voluntad y el despojo debe darse prisa en quitarse los pantalones. El preso astuto, reducido a un estado semianimal, aprovecha la defecación como un descanso, como un respiro en el vía crucis de la mina de oro. Es su única astucia en la lucha contra el poderío del Estado, contra ese ejército de millones de soldados escolta, de organizaciones sociales y de instituciones estatales. El despojo humano se opone a esa fuerza colosal con todo el instinto de su trasero.

(...) Los intentos de descansar desabotonándose los pantalones y sentándose un segundo (un instante menos que un segundo) para librarse de los tormentos del trabajo, son dignos de respeto. Pero estos intentos los hacen sólo los novatos, ya que luego es más difícil y más doloroso enderezar la espalda. Pero el novato utiliza a veces este método ilegal de descanso y hurta, roba algunos minutos a la jornada de trabajo estatal.

Entonces, el escolta interviene con el fusil en las manos para desenmascarar al peligroso criminal-simulador. En la primavera de 1938 fui testigo, en la galería de una mina de oro, en el yacimiento Partisan, de cómo un soldado de escolta, agitando el fusil, le exigía a mi compañero:

«¡Muéstrame tu mierda! Es la tercera vez que te sientas. ¿Dónde está la mierda?»

Estaba acusando a uno de los casi cadáveres de ser un simulador.
No encontraron la mierda.

El despojo humano Seriozha Klivanski, mi compañero de universidad, segundo violín del Teatro Stanislavski, fue acusado ante mis ojos de sabotaje, de descanso ilegal, mientras defecaba bajo un frío de sesenta grados bajo cero; fue acusado de detener el trabajo de la cadena, de la brigada, del sector, de la región, del Estado. Igual que en la conocida canción sobre la herradura a la que le faltaba un clavo.1 Acusaban a Seriozha no sólo los guardias, los escoltas y los jefes de equipo, sino también sus compañeros de trabajo, de ese trabajo que cura y redime de todas las culpas.

En efecto, no había nada en el intestino de Seriozha. Tenía, eso sí, enormes ganas de defecar. Pero habría sido necesario ser médico, y además no de Kolymá, sino un médico de la capital, experimentado, anterior a la revolución, para comprender y explicar todo eso a los demás. Seriozha esperaba que lo fusilaran por el simple hecho de no haber tenido mierda en el intestino”.

Varlam concluye que aún si las cuatro necesidades (...) habían sido pisoteadas, rotas, estrujadas, (...) su exterminación todavía no señalaba el final de la vida..(...). Después de la resurrección (...) el prisionero del campo de concentración se sentaba en el «ojo», siguiendo con interés el movimiento de algo suave y tibio que se arrastra por su intestino ulcerado sin dolor, como si al excremento le diera pena dejar las tripas. El excremento caía en la fosa, salpicando, con un chapoteo, y se quedaba flotando mucho tiempo en la superficie, sin encontrar su lugar. Ése era el principio del milagro. Y he aquí que ya podías orinar –incluso por etapas– deteniendo la orina según tus deseos. Y esto era también un pequeño milagro.

Y he aquí que, de forma más aguda que el pensamiento sobre la comida, surge una nueva necesidad, una exigencia completamente olvidada por Tomás Moro en su burda clasificación de las cuatro necesidades humanas.

La quinta necesidad es la necesidad de la poesía.”


Por la Nieve

¿Como se abre camino en la nieve virgen? Un hombre echa a andar, suda y blasfema, avanza sin apenas poder mover los pies, hundiéndose a cada instante en la esponjosa y profunda nieve. El hombre se marcha lejos, marcando su camino can irregulares hoyos negros. Se cansa, se acuesta en la nieve, enciende un pitillo, y el humo de la majorka[1] se extiende en una nube azulada sobre la nieve blanca y brillante. El hombre ya se ha marchado lejos, pero la nube sigue suspendida en el lugar en que se había detenido a descansar: el aire es casi inmóvil. Los caminos se abren siempre en los días de calma, para que los vientos no barran los trabajos de los hombres. El hombre se marca sus propios puntas de orientación en la infinitud nevada: una roca, un árbol alto. El hombre guía su propio cuerpo par la nieve del mismo modo que un timonel dirige la barca par el ría de un saliente a otro.

Tras el angosto e inseguro rastro trazado se mueven cinco a seis hombres pegados el uno al otro, hombro can hombro. Pisan junto a la huella, pero no en ella. Al llegar a un lugar señalado de antemano regresan, y de nuevo caminan de manera que se aplaste la virgen superficie nevada, el espacio aún no hollado por pie humana alguno.

El camino esta abierto. Par él puede ir gente, convoyes de trineos, tractores.

Si se sigue tras los pasos del primer hombre, huella a huella, se formará un sendero visible pero difícilmente transitable y estrecho: una trocha y no un camino, lleno de hoyos par los cuales es mas difícil avanzar que par la nieve virgen.

El trabajo mas duro es para el primero, y cuando a éste se le agotan las fuerzas, lo reemplaza otro, de aquel mismo quinteto de cabeza. De entre los que siguen los pasos del primero, cada uno de ellos, incluso el mas pequeño, el mas débil, debe pisar un pedazo del manto nevado y no alguna otra huella.

Y sobre los tractores y a caballo no viajan los escritores, sino lectores.

1956


[1] Se trata de una especie de tabaco muy áspero y basto, semejante a la picadura




jueves, 13 de mayo de 2010

MATAR A UN NIÑO ( Stig Dagerman)


M.P.
El 4 de noviembre de 1954 Stig Dagerman se encerró en el garaje de su casa de Enebyberg, puso en marcha el motor de su coche y se recostó a esperar la muerte. Tenía treinta y un años y era la joven estrella de las letras escandinavas. O al menos lo había sido : entre 1944 y 1949 escribió cuatro novelas, cuatro obras de teatro, un libro de relatos, un reportaje sobre la Alemania de posguerra y cientos de artículos, crónicas y poemas.



Es un día suave y el sol esta oblicuo sobre la llanura. Pronto sonarán las campanas, porque es domingo. Entre dos campos de centeno, dos jóvenes han hallado una senda por la que nunca fueron antes, y en los 3 pueblos de la planicie resplandecen los vidrios de las ventanas. Algunos hombres se afeitan frente a los espejos en las mesas de las cocinas, las mujeres cortan pan para el café, canturreando, y los niños están sentados en el suelo y abrochan sus blusas. Es la mañana feliz de un día desgraciado, porque este día un niño será muerto, en el tercer pueblo, por un hombre feliz. Todavía el niño está sentado en el suelo y abrocha su camisa, y el hombre que se afeita dice que hoy harán un paseo en bote por el riachuelo, y la mujer canturrea y coloca el pan, recién cortado, en un plato azul. Ninguna sombra atraviesa la cocina, y, sin embargo, el hombre que matará al niño está al lado de la bomba de bencina roja, en el primer pueblo. Es un hombre feliz que mira en una cámara, y en el cristal ve un pequeño carro azul, y a su lado a una muchacha que ríe. Mientras la muchacha ríe y el hombre toma la hermosa fotografía, el vendedor de bencina ajusta la tapa del tanque y asegura que tendrán un bonito día. La muchacha se sienta en el carro, y el hombre que matará al niño saca su billetera del bolsillo y comenta que viajarán hasta el mar, y en el mar pedirán prestado un bote y remarán lejos, muy lejos. A través de los vidrios bajados, oye la muchacha, en el asiento delantero, lo que él habla; ella cierra los ojos, ve el mar y al hombre junto a sí en el bote. No es ningún hombre malo, es alegre y feliz, y antes de entrar en el carro se detiene un instante frente al radiador que centellea al sol, y se goza del brillo y del olor de bencina y de ciruelo silvestre. No cae ninguna sombra sobre el carro, y el refulgente parachoques no tiene ninguna abolladura y no está rojo de sangre.
Pero, al mismo tiempo que, en el primer pueblo, el hombre cierra la puerta izquierda del carro y tira el botón de arranque, en el tercer pueblo, la mujer abre su alacena, en la cocina, y no encuentra el azúcar. El niño, que ha abrochado su camisa y que ha amarrado los cordones de sus zapatos, está de rodillas en el sofá y contempla el riachuelo que serpentea entre los alisos, y el negro bote que está medio varado sobre el pasto. El hombre que perderá a su hijo está recién afeitado y, en ese momento, pliega el soporte del espejo. En la mesa, las tazas de café, el pan, la crema y las moscas. Sólo el azúcar falta, y la madre ordena a su hijo que corra donde los Larsson y pida prestados algunos terrones. Y mientras el niño abre la puerta, le grita el padre que se dé prisa, porque el bote espera en la ribera. Remarán tan lejos como nunca antes remaron. Cuando el niño corre a través del jardín, en todo momento piensa en el riachuelo y en los peces que saltan, y nadie le susurra que sólo le quedan 8 minutos para vivir y que el bote permanecerá allí donde está todo el día y muchos otros días. No es lejos lo de los Larsson: únicamente cruzar el camino, y mientras el niño corre atravesándolo, el pequeño carro azul entra en el otro pueblo. Es un pueblo pequeño con pequeñas casas rojas, con gente que acaba de despertar, que está en su cocina con las tazas de café levantadas y observan al carro venir por el otro lado del seto con grandes nubes de polvo detrás de sí. Va muy rápido, y el hombre en el carro ve cómo los álamos y los postes de telégrafo, recién alquitranados, pasan como sombras grises. Sopla verano por la ventanilla. Salen velozmente del pueblo. El carro se mantiene seguro en medio del camino. Están solos todavía. Es placentero viajar completamente solos por un liso y ancho camino, y a campo abierto es mucho mejor aún. El hombre es feliz y fuerte, y en el codo derecho siente el cuerpo de su futura mujer. No es ningún hombre malo. Tiene prisa por alcanzar el mar. No sería capaz de matar a una mosca, pero sin embargo, pronto matará a un niño. Mientras avanzan hacía el tercer pueblo, cierra la muchacha otra vez los ojos y juega que no los abrirá hasta que puedan ver el mar, y al compás de los muelles tumbos del carro, sueña en lo terso que estará.
¿Por qué la vida está construida con tanta crueldad, que un minuto antes de que un hombre feliz mate a un niño, todavía es feliz y un minuto antes de que una mujer grite de horror, puede cerrar los ojos y soñar en el ancho mar, y durante el último minuto de la vida de un niño pueden sus padres estar sentados en una cocina y esperar el azúcar y hablar sobre los dientes blancos de su hijo y sobre un paseo en bote, y el niño mismo puede cerrar una verja y empezar a atravesar un camino con algunos terrones en la mano derecha envueltos en papel blanco; y durante este último minuto no ver otra cosa que un largo y brillante riachuelo con grandes peces y un ancho bote con callados remos ?
Después, todo es demasiado tarde. Después, está un carro azul al sesgo en el camino, y una mujer que grita retira la mano de la boca, y la mano sangra. Después, un hombre abre la puerta de un coche y trata de mantenerse en pie, aunque tiene un abismo de terror dentro de sí. Después hay algunos terrones de azúcar blanca desparramados absurdamente entre la sangre y la arenilla, y un niño yace inmóvil boca abajo, con la cara duramente apretada contra el camino. Después, llegan dos lívidas personas que todavía no han podido beber su café, que salen corriendo desde la verja y ven en el camino un espectáculo que jamás olvidarán.
-Porque no es verdad que el tiempo cure todas las heridas-. El tiempo no cura la herida de un niño muerto y cura muy mal el dolor de una madre que olvidó comprar azúcar y mandó a su hijo a través del camino para pedirla prestada; e igualmente, mal cura la congoja del hombre feliz, que lo mató..
Porque el que ha matado a un niño, no va al mar. El que ha matado a un Niño vuelve lentamente a casa en medio del silencio, y junto a sí lleva una mujer muda con la mano vendada; y en todos los pueblos por los que pasan ven que no hay ni una sola persona alegre. Todas las sombras son más oscuras, y cuando se separan todavía es en silencio; y el hombre que ha matado a un niño sabe que este silencio es su enemigo, y que va a tener que necesitar años de su vida para vencerlo, gritando que no fue su culpa. Pero sabe que esto es mentira, y en sus sueños de las noches deseará en cambio tener un solo minuto de su vida pasada para "hacer este solo minuto diferente".
Pero tan cruel es la vida para el que ha matado a un niño, que después todo es demasiado tarde.