martes, 8 de junio de 2010

Varlam Shalamov II

De Noche
La cena había terminado. Glébov lamía sin prisas el plato; barrió con la mano hasta la última miga de pan sobre la palma izquierda y, tras acercársela a la boca, lamió con esmero las migas. Sin tragar paladeó cómo la saliva en la boca envolvía ansiosa y abundante la diminuta bola de pan. No habría podido decir si le resultaba sabrosa.
El sabor era algo distinto, algo demasiado pobre comparado con la sensación apasionada que, cegando todas las demás, le proporcionaba la comida. Glébov no se apresuraba a tragar: el pan se fundía solo en la boca y se esfumaba rápidamente.
Los ojos hundidos, brillantes, de Bagretsov no se apartaban de los labios de Glébov. No existía voluntad, por poderosa que fuera, capaz de arrancar la mirada de la comida que desaparecía en la boca de otro. Glébov tragó la saliva y al instante Bagretsov transportó su mirada al horizonte, hacia la enorme y anaranjada luna que se asomaba al cielo.
-Es hora -dijo Bagretsov.
Marcharon en silencio por el sendero que conducía a la roca y ascendieron hasta un pequeño terraplén que rodeaba un otero.
Aunque el sol hacía poco que se había puesto, las piedras, que durante el día abrasaban a través de los chanclos de goma el pie desnudo, entonces ya estaban frías. Glébov se abrochó el chaquetón. El caminar no le hacía entrar en calor.
-¿Queda aun lejos? -susurró.
-Bastante -contestó en voz baja Bagretsov.
Se sentaron a descansar. No había nada de qué hablar, ni en qué pensar tampoco: todo era claro y simple. Sobre un llano, al final del terraplén, se amontonaban unas piedras removidas y musgo arrancado y ya seco.
-Hubiera podido hacerlo solo -comentó burlón Bagretsov-, pero entre dos es más entretenido. Además, por un viejo compañero...
A los dos los habían traído aquí en el mismo barco, el año anterior.
Bagretsov se detuvo.
-Hay que tumbarse, pueden vernos.
Se echaron sobre el suelo y comenzaron a apartar las piedras. No eran piedras grandes, de las que no se podían levantar y trasladar entre dos; los hombres que las habían amontonado allí por la mañana no eran mas fuertes que Glébov. Bagretsov lanzó un sordo denuesto. Se había desgarrado un dedo, le salía sangre. Cubrió con arena la herida, se arrancó un pedazo de guata del chaquetón y se apretó el dedo. La sangre no se detenía.
-Mala coagulación -comentó indiferente Glébov.
-¿Tú qué, eres doctor? -preguntó chupándose la sangre.
Glébov callaba. La época en que había sido médico le parecía muy lejana. Además, ¿había existido de verdad aquel tiempo? Demasiado a menudo le parecía que el mundo que se hallaba tras montañas y mares no era más que un sueño vago, una quimera. Lo único real era el instante, la hora, el día, de diana a retreta. Más allá no se aventuraba a asomarse, tampoco se encontraba con fuerzas para ello. Igual que los demás. No conocía el pasado de quienes le rodeaban, tampoco le interesaba. En cualquier caso, si mañana Bagretsov se presentara como doctor en filosofía o mariscal del aire, Glébov lo creería sin pensarlo dos veces. ¿Había sido el médico en algún tiempo? Había perdido no sólo el automatismo de sus juicios, sino también el de la observación. Glébov veía como Bagretsov se chupaba la sangre del sucio dedo, pero no dijo nada. Era algo que sólo se le había deslizado por la mente, pero no podía encontrar en su fuero interno la voluntad para reaccionar ante ello, aunque tampoco la buscaba. La consciencia que le restaba y que, tal vez, ya no fuera siquiera consciencia humana, tenía muy pocas aristas y ahora estaba dirigida sólo a una cosa: retirar cuanto antes aquellas piedras.
-¿Debe ser profunda? -preguntó Glébov cuando se echaron a descansar.
-¿Cómo quieres que lo sea? -dijo Bagretsov.
Y Glébov entendió que había dicho una tontería y que la fosa ciertamente no podía ser honda.
-Aquí está -dijo Bagretsov.
Alcanzó a tocar un dedo humano. El dedo gordo de un pie asomaba entre las piedras; a la luz de la luna se distinguía perfectamente. El dedo no se parecía a los de Glébov o Bagretsov; pero no por su rigidez y color mortecino, en eso había muy poca diferencia. La uña estaba cortada y el propio dedo parecía mas rechoncho y blando que el de Glébov. Retiraron rápidamente las piedras que cubrían el cuerpo enterrado.
-Qué joven -dijo Bagretsov.
Con gran esfuerzo, entre los dos sacaron el cadáver por los pies.
- Y fortachón -dijo Glébov casi sin aliento.
-Si no hubiera sido tan fuerte, lo habrían enterrado como a los demás, y entonces no habríamos venido aquí hoy.
Levantaron los brazos al muerto y le sacaron la camisa.
-Los calzones están nuevos del todo -dijo satisfecho Bagretsov.
También le quitaron los calzones. Glébov se guardo el montón de ropa dentro del chapetón.
-Mejor que te la pongas -dijo Bagretsov.
-No, no quiero -farfullo Glébov.
Volvieron a colocar al muerto en la fosa y la llenaron de piedras.
En lo alto, la luz azulada de la luna caía sobre las piedras, sobre el bosque ralo de la taiga. Mostraba cada saliente, cada árbol bajo un tono peculiar, distinto del diurno. Todo parecía real a su manera, pero no como durante el día. Era como si se tratara de la segunda cara, la nocturna, del mundo.
La ropa del muerto se había calentado junto al cuerpo de Glébov y ya no parecía ajena.
- Ahora un pitillo ... -dijo Glébov sonador.
- Ya fumarás mañana.
Bagretsov sonreía. Mañana venderían la ropa, la cambiarían por pan y, quien sabe, a lo mejor conseguían algo de tabaco ...
1954

5 comentarios:

Gerardo T. dijo...

¡Qué cuentazo!, amigos...
Por fin un blog que habla poco y ofrece más...
¿Seguirán pasando más de este inhallable autor?
Se agradece el servicio a la comunidad lectura.
G. T

La Poronguita dijo...

En eso estamos, Gerardo. La idea es publicar todo Relatos de Kolyma, un libro inhallable, como bien lo decís. Con algo de paciencia y mucha saliva, capaz que si...

Saludos
Jonhy Porongo

Anónimo dijo...

ningún inhallable, mongui, ese libro se consigue en el puestito del chabón que vende usados en la facu y en el paseo de los artesanos, solo tenés que salir de la blogosfera y buscar, vago...embarrate en la real-realidá

Jonnhy P. dijo...

Acá uno que se quedó en el 2001 cuando se conseguían a 10 mangos y que lo acopiamos nos, porque tenemos olfato para descubrir la precisa sobre la obra lunga..
Si lo conseguís, vo, ano-nimo, acercanosló..te pagamos su valor en Neuros..

Clara dijo...

El Facu de la facu ya no está... se recibió... ¿dónde se consigue este libro?
Ojala la sigan subiendo...