lunes, 25 de abril de 2011

Fredric Jameson: Marxismo y Posmodernidad

Fredric Jameson
Entrevista de Graciela Speranza
(en Razones Intensas, Perfil libros 1999)

"[...] Nunca confrontamos un texto de manera realmente inmediata, en todo su frescor como cosa en-sí. Antes bien los textos llegan ante nosotros como lo siempre-ya-leído; los aprehendemos a través de capas sedimentadas de interpretaciones previas, o bien -si el texto es enteramente nuevo- a través de los hábitos de lectura y las categorías sedimentadas que han desarrollado esas imperativas tradiciones heredadas (Fredric Jameson. Documentos de cultura, documentos de barbarie: La narrativa como acto socialmente simbólico.)


Los títulos de algunos de sus libros de ensayo podrían definirlo por extensión: Marxismo y forma (Teorías dialécticas de la literatura del siglo veinte), La cárcel del lengua­je, El inconsciente político, La posmodernidad o La lógica cultural del capitalismo tardío. Si se acepta la paradoja de su nacionalidad, Fredric Jameson es, sin duda, uno de los herederos más indiscutibles de la tradición marxista en la crítica cultural contemporánea. Consciente de la paradoja, no solo ha introducido en la crítica norteamericana el pen­samiento dialéctico clásico -de Lukacs a Sartre- sino que desde una perspectiva marxista crítica ha incorporado a los grandes pensadores del estructuralismo y el posestruc­turalismo francés. En las novelas de Raymond Chandler o Philip Dick, en las películas de Hitchcock, George Lucas o David Lynch, Jameson persigue los signos de la historia en la cultura a través de un movimiento dialéctico abiga­rrado de ideas que se traduce en estilo. En la conversación, sin embargo, se esfuerza por encontrar la síntesis con ex­trema claridad. Su caracterización de la posmodernidad como representación cultural del capitalismo multinacio­nal y financiero puede parecer amenazante y sombría, pe­ro habla de los cambios culturales de las últimas décadas sin ningún énfasis apocalíptico. Cita a Brecht para recor­dar que no se trata de volver a los buenos viejos tiempos si­no de enfrentar los sucios tiempos moderno, y apuesta con entusiasmo a la cultura de la periferia. Tal vez por eso, de visita en Buenos Aires para participar de ANYbody, la sex­ta conferencia anual organizada por la fundación ANYone, pregunta por la nueva literatura argentina, apunta títulos en una libreta de notas y asegura que la tarea del crítico capaz de interpretar los procesos culturales de nuestro tiempo apenas acaba de empezar.

-Alguna vez, siguiendo a Sartre, describió su posición como crítico en términos de una tensión entre la crítica de la cultura y la vocación de explicar y popularizar la tradición intelectual marxista. - ¿Sigue escribiendo a partir de esa tensión?

No se en que términos precisos podría referirme hoy a esa tensión pero lo cierto es que siempre me ha parecido (y en esto sigo al primer Lukacs y a Adorno) que no se puede hablar de la forma sin hablar del contexto social que pro­duce esa forma. En ese sentido no creo que se trate de una tensión, aunque para muchos críticos se produce cierto de­sequilibrio en la medida en que el ensayo marxista trabaja con la forma y al mismo tiempo repone el contexto. Los ar­tefactos culturales son representaciones oblicuas de sus circunstancias, cuyas contradicciones históricas figuran, reprimen o transforman, mediante las abstracciones de la forma estética. La tarea del crítico marxista es encontrar esas relaciones, reconocerlas, describirlas y analizarlas.

-¿Como definiría la tarea de la crítica marxista hoy?

Estamos en una situación muy diferente respecto de la crítica marxista clásica. El surgimiento de las vanguardias en la literatura y en el arte -el "modernismo" para la criti­ca anglosajona-, generó una proximidad inédita entre el espíritu revolucionario y la revolución en el arte. Esta rela­ción fue muy fuerte en Latinoamérica, en Rusia, en Alema­nia -recordemos a Brecht- pero no en los países anglosa­jones en los que siempre ha habido un divorcio entre la idea de vanguardia y la práctica política. Luego con el es­talinismo y la imposición del realismo dogmático y más tarde con la Guerra Fría, las series vuelven a separarse de modo tal que en las vanguardias parece volver a primar lo estético y la política parece estar en otra parte. La escena hoy es esencialmente diferente porque las vanguardias co­mo tales pertenecen al pasado, una herencia rica y gloriosa pero ajena a nuestro tiempo. De manera que las formas de crítica marxista que hemos desarrollado para leer la li­teratura moderna, aun cuando algunas de ellas resultaron muy productivas -yo mismo he tratado de trabajar en esa dirección-, no son ya aplicables con la misma pertinencia a la producción cultural actual (seguir interviews... en)

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